La historia de la regañá se remonta a unos mil años atrás. El excesivo calor al que se sometían las sopas de cereales dio como resultado un pan seco y duro, aunque delicioso, muy apropiado para el almacenaje y los largos viajes.
Así se descubrió la regañá, que llegó a convertirse en unos de los sustentos de tripulaciones de buques y de soldados, allende los mares, quienes, a “regañadientes” consumían el único alimento que a veces tenían para llevarse a la boca.