El trabajo centenario de la tierra y la natural evolución de una familia dedicada en cuerpo y alma al cultivo de la viña, lleva a la saga Miguel Blanco en 1991 al comienzo de su proyecto personal, la transformación del fruto de su propios viñedos en unos vinos con marcada personalidad. El paso del tiempo y la incorporación de sus hijos Arturo y kike (de cuyo acrónimo nace el nombre de la bodega) confieren al proyecto un carácter más personal si cabe. Ellos son ahora los encargados de transmitir a sus vinos la esencia de vignerons que comenzaran sus padres.
En Artuke llevan una viticultura respetuosa con el medio ambiente, aplicando pautas biodinámicas para conseguir la mayor expresión del terruño. Durante los últimos años, el objetivo de l abodega ha sido y es la búsqueda y recuperación de viñedos abandonados y suelos con carácter.